La Palabra es Vida

«La vida espiritual es un entrenamiento de vida y desarrollo.»

Lamentablemente se ha interpretado de manera errónea la forma en la que nos desarrollamos espiritualmente. Creemos que basta solamente con estar presente y escuchar una enseñanza para que toda nuestra vida sea cambiada y transformada.

La Palabra es vida Pastor B. López-Maza

Sin embargo, aunque la misma Palabra contiene la vida y el poder, inevitablemente se requiere del ejercicio de la Palabra y del desarrollo de la vida espiritual, para que de esta manera se vayan incrementando las características que la Palabra contiene. 

Nuestras vidas en ocasiones se han quedado limitadas y terminamos señalando a alguien por aquello que nosotros mismos no hemos desarrollado y lamentablemente esa persona o a ese ser a quien señalamos es al Señor. 

El Señor es perfecto en todas sus formas y en todas sus maneras de expresarse a nuestras vidas; esto significa que si nosotros somos diligentes, esforzados en esta Gracia y no damos por hecho nada, produciremos una vida abundante, poderosa, gloriosa, transformadora y reveladora. 

La Palabra es vida porque inevitablemente produce las características de lo que la Palabra en sí misma es. 

La Palabra jamás va a producir algo diferente a lo que en ella hay. Cuando la Palabra llega a nuestras vidas, lo que hace de la mano con el desarrollo y el incremento del ejercicio espiritual que nosotros realizamos, es que se habiliten nuevas dimensiones de la vida en el Espíritu; por esta razón, las escrituras nos enseñan que nos ejercitemos en los sentidos espirituales. 

Hebreos 4:12 «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.»

La Palabra es Dios mismo. Es decir, el hecho de que Dios mismo sea la Palabra, hace que ésta tenga dos características fundamentales e importantes que debemos tomar en cuenta: es viva y es eficaz. 

Estas características provocan que la Palabra llegue a lo profundo de nuestro ser, lo cual produce en nosotros una alteración genética espiritual, porque en los tuétanos encontramos el ADN. 

¿Por qué la Palabra es capaz de realizar esta alteración en nosotros? Porque la Palabra es Dios mismo, está viva y porque es eficaz. Al recibir la Palabra, nos convierte en su morada y estas características están a nuestra disposición para hacer uso de ellas y producir el efecto de lo que la Palabra es. 

La Palabra es un organismo vivo, porque es Dios. En el principio el logos (la Palabra) estaba solamente en el Espíritu; pero luego esa palabra fue hecha carne. La Palabra fue encarnada en el Hijo de Dios. 

No existe ningún tipo de límite o excusa que genere en nosotros la duda de lo que la Palabra en realidad puede hacer. La Palabra encarnada en Jesús, vino a producir todo lo que ella tiene la capacidad de hacer. La obra perfecta de Jesús en la cruz, nos da a conocer la capacidad de la Palabra que estaba encarnada en Él. 

Si la Palabra es un organismo vivo, significa que tiene su propia naturaleza. Jesús estaba vestido de Gloria; es decir, la naturaleza que contiene la Palabra no puede ser asociada con algo que no sea glorioso o que no esté vivo. La Palabra encarnada en el Hijo de Dios es tan poderosa, que partió y dividió la historia: antes y después de su venida. 

La Palabra es semejante a lo que Dios es. Nosotros no vamos a ver que Dios realice algo diferente a lo que en Él hay. Esto nos hace ver, que a medida que seamos transformados, también nuestra forma de acción cambia. Al empezar a experimentar la transformación por medio de la vida del Espíritu de Dios en nosotros, hay comportamientos, líneas de pensamientos, maneras, formas, acciones que inevitablemente alteran incluso las relaciones. No podremos hacer algo diferente a lo que haya en nuestro corazón: nos reproducimos en lo que tenemos en el corazón y en los pensamientos. 

La historia de la vida de Jesús no solamente debe quedar en eso, una historia maravillosa; sino que tenemos que ser habilitados mediante un corazón que esté dispuesto para poder recibir a la Palabra que fue encarnada en Jesús; para no solamente tener un recuerdo histórico de Jesús, sino tener ahora la oportunidad de cobrar la vida que estaba encarnada en Jesús, en la vida presente, reproduciendo la misma vida que manifestaba Jesús.

Mientras la Palabra no sea acompañada del Espíritu es letra. Esto es quizá lo que a lo largo del tiempo nos ha costado interpretar. Por tal razón, se han utilizado de forma inapropiada algunos textos, no considerando la fuente que los inspiró; esto ha llevado a hacer un mal uso de textos bíblicos por apartar la Palabra. 

Juan 14:26 «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.»

La escritura nos está indicando que es el Consolador a quien el padre enviará en nombre de Jesús. La transformación es generada en nuestras almas, porque nuestro espíritu al experimentar la misma vida del Espíritu Santo es regenerado a esa condición de gloria y de poder que tiene el mismo Espíritu de Dios; esta vida que ha sido sembrada en nuestro espíritu debe producir esa misma vida en nuestra alma. 

¿Cómo se hace visible que la transformación ha llegado a nuestras vidas? Por cómo nuestra alma empieza a comportarse, cuál es el sentir que ahora tiene nuestra alma. 

Nosotros debemos tener el mismo sentir que tuvo Cristo; para que esto pase, se requiere del alma, porque es en ella donde están los sentimientos, emociones y pensamientos. Nuestra alma refleja la transformación de la vida que hemos desarrollado en el espíritu.

¿Cómo están nuestras decisiones, emociones, pensamientos? Esto es el reflejo de lo que el alma ya contiene del espíritu.

La transformación es generada:

  1. Por quien la interpreta.
  2. Por quien la enseña.
  3. Por quien la recuerda. 

La interpreta el Espíritu, la enseña el Espíritu y nos la recuerda el Espíritu. Es decir, nosotros podemos escuchar una enseñanza, pero requerimos un corazón dispuesto para ser verdaderamente transformados y una acción del Espíritu Santo que nos revela la Palabra que escuchamos.

Cuando nosotros interpretamos de manera apropiada la Palabra, es porque quien nos la está revelando es el mismo que inspiró la Palabra. 

Consolador proviene del griego Parakletos, que significa un colaborador, alguien con las mismas características o de la misma naturaleza. Es decir, alguien que colabora para que seamos conducidos y desarrollados en la vida del Propósito. 

Alguien con la misma naturaleza y las mismas capacidades que estaban en Jesús, vendrían y a este íbamos a conocer como el Consolador, quien nos daría la correcta interpretación, la enseñanza y nos recordaría la Palabra. 

Nosotros podemos discernir lo que verdaderamente es de Dios, si la palabra que escuchamos nos revela a Dios. Si la palabra no nos revela a Dios, esa palabra puede ser muy bonita, pero no es Dios.

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